En nuestro país, la época navideña tiene un lugar muy especial dentro de nuestras festividades. Y es que las celebraciones católicas abarcan desde el 12 de diciembre, con la aparición de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, hasta el 6 de enero, con la visita de los Santos Reyes al niño Jesús. Prácticamente es un mes de devoción, festejo, alegría y conmemoración a la Sagrada Familia.
Estas tradiciones se iniciaron en el siglo XVI, unos años después de la llegada de los españoles. Los territorios que hoy son México se convirtieron en la Nueva España y los primeros evangelizadores emprendieron la conquista espiritual aprovechando el gusto de los indígenas por las fiestas. De tal suerte que la veneración a María, las posadas, las pastorelas, los villancicos, los nacimientos, las piñatas y hasta la flor de nochebuena, muy tradicional en las culturas prehispánicas, son aspectos de Navidad Mexicana surgidas de un proceso de sincretismo y mestizaje cultural.
Las apariciones de la Virgen María en el cerro del Tepeyac al indio Juan Diego y a su tío Juan Bernardino en Cuauhtitlan, y ante el obispo Fray Juan de Zumárraga, por medio de una imagen, en su palacio de la Ciudad de México, ocurrieron según las fuentes del Nican mopohua entre el sábado 9 y el martes 12 de diciembre de 1531. La tradición se afianzó porque en las culturas indígenas prehispánicas se honraba con el nombre de Tonantzin «nuestra madrecita» a diferentes deidades femeninas de la fertilidad, la creación y a la madre de Huitzilopochtli. Desde entonces, arriban cientas de personas en camiones y bicicletas para rendirle un homenaje sin precedente a la Madre de Cristo en la Basílica de Guadalupe. A las 12:00 en punto del iniciado día 12 se le cantan las mañanitas por propios y extraños.
El misionero Fray Pedro de Gante documentó, en una carta al Emperador Carlos V, las celebraciones, cantos y tradiciones prenavideñas-indígenas (posadas) pero con elementos cristianos antes de la Navidad. Su origen proviene del convento de San Agustín de Acolman, donde los frailes las inventaron para desarraigar la festividad del Panquetzaliztli, el nacimiento de Huitzilopochtli. De esta forma, el 16 de diciembre inician una serie de ritos donde se recorre el trayecto de la Virgen María y José hasta llegar al pesebre, en Belén, donde pueda nacer el niño Jesús (se pide posada). En estos nueve días de celebraciones son clásicos los símbolos de la letanía, la piñata, las canciones, los nacimientos, los árboles navideños, las flores de nochebuena, la velas, las luces de bengala y las coronas de adviento. Se comen tamales, buñuelos o antojitos, se bebe ponche de frutas calientito y se reparten dulces (aguinaldos y colación).
A la par de las posadas nacieron las pastorelas. Éstas son representaciones teatrales que escenifican la lucha entre San Miguel y Lucifer y las peripecias por las que pasaron los pastores en su peregrinar para llegar a Belén y visitar y venerar al niño Dios. Las pastorelas surgieron de los autos sacramentales que los misioneros franciscanos enseñaron a los indígenas. Los personajes cantan e interpretan música tradicional, sin olvidar las danzas y otras manifestaciones populares. Es frecuente que al término de la representación, los organizadores ofrezcan al público alguna bebida caliente (atole, chocolate o café) acompañada de deliciosos tamales. En algunos casos se rompe una piñata.
Antes de la Navidad, existe una gran cena que es la culminación de la larga y ardua procesión de la Sagrada Familia a la última casa donde se les dará la anhelada posada. A esta fiesta se le denomina Nochebuena, el 24. En ella, muchas familias mexicanas se reúnen y cenan en sus casas y, posteriormente algunas, acuden a la Misa del Gallo a la medianoche. Luego abren sus regalos, colocados junto al nacimiento. Los obsequios se dan como intercambio. La cena consiste en pavo, bacalao a la vizcaína, pierna de cerdo, ensalada de manzana, romeritos, pozole, ponche, vinos y sidra.
Algunos historiadores consideran que la conmemoración de la primera Navidad de la que se tiene registro en Nueva España se llevó a cabo en 1526. El mismo Fray Pedro de Gante también escribió el testimonio. Actualmente, hoy, se combina con la tradición de Santa Claus, donde los niños suelen abrir sus regalos el 25 por la mañana; en la tarde, se come en familia el famoso recalentado.
Una semana después, los mexicanos celebramos en familia o con amigos la noche del año viejo y la entrada del año nuevo. Comúnmente se realiza una cena muy similar a la de la nochebuena, aunque no necesariamente en el hogar, puede ser en una bar o restaurante, y se agrega una copa con doce uvas que se comen durante las campanadas del naciente año pidiendo un deseo. Se bebe vino espumoso, sidra y, si hay posibilidades, champán. Fuegos artificiales, abrazos, música y baile conforman el escenario completo de un habitual año nuevo en las grandes ciudades de nuestro país. Igualmente hay quienes asisten a la Misa de Gallo. La llegada de un nuevo año siempre causa expectativa y alegría en las personas, quizá por ser motivo para la reunión y la renovación.
Ya en enero, está la costumbre de la visita de los Santos Reyes para honrar al niño Jesús. El 5, los niños mexicanos (y muchos latinoamericanos) les escriben cartas a los Reyes para que el 6 puedan recibir sus juguetes más soñados. En la tarde de este mismo día, se celebra en familia y con amigos consumiendo una deliciosa Rosca de Reyes acompañada por chocolate caliente. A quienes les salgan figuritas del niño Jesús de plástico deberán colaborar con tamales y atole para el 2 de febrero, día de la Candelaria, en la que se vuelven a reunir los mismos que se juntaron el día de Reyes para festejar la fiesta de la Luz, la Presentación del Señor en el Templo de Jerusalén y la Purificación de la Virgen, después de su parto. Muchas familias visten elegantemente sus niños dioses y los llevan a la iglesia para que el sacerdote los bendiga. Finalmente se consumen tamales y atole.
De esta manera se llevan a cabo las festividades de la época navideña en México, a ti ¿cuál de éstas te gusta más?, sin duda el tiempo favorito de muchos mexicanos y ejemplo de nuestra rica mexicanidad.