Construir la paz en un entorno de conflictos históricos no es asunto solamente de poder militar o policiaco, sino de imaginación institucional y ciudadana con fundamento en el respeto de los derechos humanos como modo de supervivencia y recomposición de la vida cotidiana.

Son tiempos de integración social en la resistencia en tres niveles simultáneos de definición estratégica: atacar las causa profundas de la violencia –pobreza, desigualdad, rezago educativo, etc.-; organizar la resistencia como retorno a la civilidad y la empatía con los otros a partir de la defensa común; atender la justicia transicional con sus atributos de verdad, justicia y atención a las víctimas.

Reconocer el monopolio de la violencia legítima del Estado y construir un nuevo contrato social, bajo la idea de un país de todos en términos de patrimonio cultural compartido. La pacificación, la reconstrucción y la reconciliación son trabajo colectivo para una regeneración que necesita ser iniciada.

La paz comienza por el respeto a los derechos ajenos; los derechos humanos son patrimonio de la humanidad y deben respetarse. Debemos aprehender la relación armónica con quienes convivimos y con nuestro planeta donde todo está interrelacionado porque es principio de supervivencia comunitaria.

Renunciar a la rabia, regenerar, conciliar y descolonizar es hacer justicia y fomentar la paz. ¿Qué acciones emprender?, ¿con qué recursos materiales, estratégicos y humanos?, ¿quiénes están y quiénes no, dispuestos a cambiar el estado de cosas existente?