Para el sacerdote jesuita Francisco Javier Clavijero, en su Historia antigua de México:
“Son los mexicanos de estatura regular, de la cual se desvían más frecuentemente por exceso que por defecto; de buenas carnes y de una justa proporción en todos sus miembros, de frente angosta, de ojos negros y de una dentadura igual, firme, blanca y tersa; sus cabellos tupidos, gruesos y lisos, de poca barba, rala y de ningún pelo por lo común en aquellas partes del cuerpo que no recata el pudor. El color de su piel es ordinariamente castaño claro. No creo que se hallara nación alguna en que se hagan más raros los contrahechos […]. Su semblante ni atrae ni ofende pero en jóvenes del otro sexo se ven muchas blancas y de singular belleza a la cual dan mayor realce la dulzura de su voz, la suavidad de su genio y la natural modestia de su semblante […]. Sus sentidos son muy vivos, especialmente la vista, la cual conservan hasta su decrepitud, su complexión es sana y su salud robusta. Están libres de muchas enfermedades que son frecuentes entre los españoles pero en las epidemias, que suele haberlas de tiempo en tiempo, son ellos las principales víctimas. Jamás se percibe en la boca de un mexicano aquel mal aliento que produce en otros la corrupción de los humores o la indigestión de los alimentos, su salivación es rara y, muy escasas las evacuaciones pituitosas de la cabeza. Encanecen y encalvecen más tarde que los españoles y no son muy raros entre ellos lo que arriban a la edad centenaria […]. Son y han sido siempre muy sobrios en la comida pero es vehemente su inclinación a los licores espirituosos […]. Sus entendimientos son capaces de todas las ciencias, como lo ha demostrado la experiencia […]. Hemos conocido hábiles geómetras, excelentes arquitectos, doctos teólogos, y buenos filósofos”.
¿Qué fue lo que nos sucedió?, ¿cuál es tu idea para una mexicanidad seductora (coquetería)? Reflexionemos.