Cada año, el 7 y el 8 diciembre, la ciudad de Izamal realiza una gran fiesta en honor a «Mamá Linda», Nuestra Señora de Izamal en el atrio del convento franciscano San Antonio de Padua, donde los fieles católicos reafirman su devoción a la Virgen con diversas actividades para celebrar la reina y patrona de Yucatán.
Durante los dos días se llevan a cabo la tradicional ceremonia litúrgica, misas, ofrendas musicales o serenatas, rosarios y, generalmente, procesiones y la presentación de artistas locales con escenarios montados al aire libre. ¿Pero cómo inició está bellísima tradición religiosa?
Justo después de que Fray Diego de Landa catequizó la península de Yucatán en 1560, mandó hacer en Guatemala dos estatuas de la Virgen de la Inmaculada Concepción para proteger a la gente peninsular con sus múltiples milagros, así como liberar a Mérida de varias epidemias y plagas de langosta. La segunda copia fue enviada a Izamal, donde sus habitantes le crearon un gran culto caracterizado por grandes peregrinaciones y procesiones realizadas en diferentes épocas del año, a las que asistían fieles de todos tipos y lugares que decidieron llamarle cariñosamente «Mamá Linda».
Sin embargo, el 17 de abril de 1829 un terrible incendio en la «Ciudad Amarilla» destruyó el altar, la imagen sagrada y el sagrario; todo se convirtió en cenizas dejando al pueblo desolado.
Posteriormente, los izamaleños solicitaron a Mérida el traslado de la segunda imagen hermana —cuyo destino original había sido el convento de San Francisco de Mérida, pero para esas fechas estaba en posesión de doña Narcisa de la Cámara, quien generosamente la donaría—. Con el deseo concedido, la imagen fue trasladada desde Mérida a Izamal; de esta manera, «Mamá Linda» volvería a habitar la pequeña capilla detrás de la iglesia del convento franciscano San Antonio de Padua.
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