Por Nicolás Mariscal Torroella*.
En esta ocasión me gustaría hablarles sobre los asesinatos de Pedro Palma, guía de turistas y de los sacerdotes jesuitas, Javier Campos Morales, S. J., y Joaquín César Mora Salazar, S. J., en la Sierra Tarahumara el pasado 20 de junio. Escribo sobre este tema, porque, como muchos de ustedes saben, siempre he estado muy cerca de la Compañía de Jesús: mi tío, Enrique Torroella, S. J., fundó la Universidad Iberoamericana; me eduqué en el Colegio Patria, de jesuitas; y el Padre Javier Ávila, S. J., quien conoció a los sacerdotes asesinados y se encuentra en la Sierra Tarahumara, fue mi compañero en la escuela y es un amigo cercano.
Comienzo por una radiografía de la inseguridad que ha azotado nuestro país durante los últimos años. Desde 2006, año en el que se desplegaron las Fuerzas Armadas para combatir los cárteles de la droga, han muerto alrededor de 400,000 mexicanos y 85,000 han desaparecido. En los últimos tres sexenios han asesinado a 50 sacerdotes, y solamente en el pasado mes de mayo hubo 2,833 homicidios, el mes más violento de 2022.
El Padre Javier Ávila ha narrado lo sucedido ante distintos medios, pedido que se acabe la impunidad y solicitado que se responsabilicen a los atacantes: «ha habido momentos peores y nunca nos han doblado» declaró. Lo conozco hace 45 años. «El Pato Ávila», como lo conocemos, ha dedicado gran parte de su vida a servir a la gente de esa región y, en especial, a los rarámuris (habla rarámuri). El domingo 19 nos enviamos mensajes por celular, en los cuales me comentó sobre los graves problemas de inseguridad en la región. Al día siguiente, ocurrieron los lamentables hechos que todos conocemos.
Como bien dijo en una reciente publicación el rector de la Universidad Iberoamericana, Dr. Luis Arriaga Valenzuela, S. J., los jesuitas están «llamados a ser personas de frontera. Es decir, a ir adonde nadie más quiere ir. A estar presentes donde es más necesario compartir y construir esperanza». La larga historia de la Compañía de Jesús en nuestro país es fiel testimonio de ello. Por casi quinientos años han viajado a las regiones más remotas de México para estar con los más necesitados, para fundar colegios y construir comunidades. Y eso es lo que precisamente los padres Javier Campos Morales, S. J., y Joaquín César Mora Salazar, S. J., hacían en la Sierra Tarahumara.
Hoy, comparto su dolor ante la violencia e impunidad que han llegado a límites indignantes en nuestro país. Usar el poder para destruir la vida humana es un hecho siempre reprobable. El Padre Javier Ávila, S. J., así como miembros de la comunidad tarahumara fueron amenazados para callar, pero aun así decidieron hablar. Unámonos a ellos; seamos su eco por un México libre de violencia e impunidad.
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* El autor es ingeniero civil por la Universidad Iberoamericana. Obtuvo su maestría en Administración de la Construcción por la Universidad de Stanford. Es presidente del Consejo de Marhnos y vicepresidente de Responsabilidad Social en la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción. Es miembro del Foro Económico Mundial en donde participa en la Asociación Anti-Corrupción (Partnership Against Corruption, PACI).