En los últimos días, la presidenta Claudia Sheinbaum ha reiterado en diversos espacios su compromiso con la soberanía nacional, un principio que, según ella, debe guiar todas las decisiones de Estado frente a retos internos y presiones externas. Sin embargo, la definición actual de soberanía nacional oscila entre la retórica y los desafíos reales.
En la conferencia mañanera del pasado 15 de mayo, la mandataria sostuvo que su gobierno defenderá la soberanía nacional como un principio inquebrantable del proyecto nacional, y subrayó que esta postura no implica aislamiento, sino autodeterminación.
Ante este panorama, Liébano Sáenz reflexionó en su espacio editorial sobre la importancia de la soberanía nacional, recordando que la historia política de México está marcada por una permanente tensión entre los intereses globales y las aspiraciones internas.
**“Está muy clara la Constitución”: Sheinbaum sobre soberanía y no intervención**
La presidenta @Claudiashein reafirmó el principio de no intervención al leer el Artículo 40 de la Constitución, el cual establece que México es una república soberana y no puede permitir… pic.twitter.com/xZHZsou6XK
— EjeCentral (@EjeCentral) May 15, 2025
¿Qué es el concepto de soberanía?
En su análisis, Sáenz advierte que la soberanía nacional debe entenderse como una construcción dinámica, donde se equilibren las relaciones internacionales con el mandato constitucional.
La reiteración de este concepto por parte de actores políticos y analistas vuelve relevante preguntar: ¿qué es el concepto de soberanía?
Más allá de un término jurídico o simbólico, implica la capacidad de un Estado para ejercer autoridad plena sobre su territorio, su población y sus decisiones políticas y económicas, sin interferencia externa, pero, ¿cómo se traduce esto en un mundo globalizado, interdependiente y sujeto a tratados multilaterales?

¿Qué es soberanía nacional y Estado?
La soberanía nacional ha sido una bandera recurrente en distintos momentos de la historia de México. Desde la Guerra de Independencia hasta la Expropiación Petrolera de 1938, México ha reivindicado su derecho a decidir por sí mismo en momentos clave. Sin embargo, en el contexto actual, los términos de esta soberanía se han vuelto más complejos.
Organismos internacionales, acuerdos comerciales, normas financieras globales y compromisos ambientales generan tensiones entre los compromisos externos y las decisiones locales.
La importancia de la soberanía cobra entonces un nuevo matiz: ya no se trata solamente de mantener fuera las injerencias externas, sino de asegurar que las decisiones internas respondan al interés colectivo y no a presiones externas que comprometan el bienestar nacional.
Cuando la presidenta Sheinbaum afirmó que su administración protegerá la soberanía nacional, habla también a una parte del electorado que ve con desconfianza la influencia extranjera en sectores estratégicos, como la energía, la salud o la seguridad.
En este contexto, la importancia de la soberanía se traduce en decisiones concretas como la nacionalización de recursos, la renegociación de tratados o la limitación de participación extranjera en áreas consideradas prioritarias.
No obstante, los analistas advierten que un uso político de la soberanía nacional puede servir también para justificar decisiones unilaterales o para evitar el escrutinio internacional en temas como derechos humanos, libertad de prensa o migración. En otras palabras, la soberanía nacional no puede ser una excusa para evadir responsabilidades globales, especialmente cuando los compromisos internacionales han sido asumidos voluntariamente.

¿Cómo se ejerce la soberanía en México?
Al observar cómo distintas administraciones entienden y aplican el principio de soberanía, surgen distintas interpretaciones. Para algunos, implica un ejercicio firme de autoridad estatal sobre los bienes comunes y los recursos naturales. Para otros, tiene que ver con asegurar que las políticas públicas respondan a los intereses de la población local, sin depender de agendas externas.
En este punto, resulta pertinente retomar la reflexión de Sáenz, quien señala que la importancia de la soberanía radica también en su legitimidad: una nación soberana lo es en tanto que su población reconoce al Estado como representante legítimo de sus intereses. Cuando esa legitimidad se erosiona, la soberanía se convierte en una ficción formal, vacía de contenido real.
Actualmente, la soberanía nacional se enfrenta a nuevos retos que exigen una reinterpretación del concepto. La emergencia climática, las pandemias, el crimen organizado y los flujos migratorios desbordan las capacidades de los Estados para actuar de manera aislada.
Por ello, mantener la soberanía nacional en el siglo XXI exige no solo capacidad de decisión autónoma, sino también mecanismos de cooperación multilateral que no comprometan la voluntad interna.
En este contexto, la importancia de la soberanía deberá ir acompañada de una reflexión profunda sobre los límites del poder nacional en un mundo interconectado. La respuesta no puede ser ni el aislamiento absoluto ni la sumisión acrítica a estructuras externas.
La discusión sobre la soberanía nacional no es nueva, pero sí urgente. Cada generación debe redefinir qué significa la soberanía nacional en su propio contexto. Hoy, esa conversación involucra no solo a los gobiernos, sino a las comunidades, las organizaciones civiles y los ciudadanos.